Desposuídos pola historia, como tamén o foron da terra e dos froitos do seu traballo, moreas de desfarrapados agólpanse, invisíbeis, na parte posterior do escenario onde se desenvolven os grandes dramas históricos. Seres anónimos, como os construtores das murallas de Tebas do poema de Bertolt Brecht Preguntas dun obreiro que le. Alleos aos cambios que anuncia o progreso, semellan pertencer a un tempo de lento discurrir.
Algúns deles vémolos pulular polas páxinas da novela de Antonio Muñoz Molina El jinete polaco, retratados polos ollos dun neno nunha España que non nos queda moi lonxe no tempo. O protagonista lembra os oficios itinerantes, o tráfico diario dos campesiños, os vendedores ambulantes, figuras dun tempo que semella definitivamente perdido na España do século XXI:
Algúns deles vémolos pulular polas páxinas da novela de Antonio Muñoz Molina El jinete polaco, retratados polos ollos dun neno nunha España que non nos queda moi lonxe no tempo. O protagonista lembra os oficios itinerantes, o tráfico diario dos campesiños, os vendedores ambulantes, figuras dun tempo que semella definitivamente perdido na España do século XXI:
"Cuando llegaba el buen
tiempo, en las tardes de abril, cuando flotaba el polen en el aire
dorado y quieto de la plaza y los hombres traían del campo ramas
recién florecidas de olivos cuyos brotes amarillos, de un amarillo
más intenso y limpio que el de los jaramagos, eran examinados como
el primer augurio de la cosecha futura, mi bisabuelo Pedro se sentaba
a tomar el sol en el escalón, con su perro echado entre las piernas,
y los dos presenciaban en un silencio impasible los juegos de los
niños y el paso de los hombres y los animales, el desfile diario de
la gente nómada y desconocida que no pertenecía a nuestras calles
ni tampoco a Mágina y declamaba sus pregones con acentos extraños,
los afiladores que hacían sonar sus flautas mientras llevaban del
manillar una bicicleta que plantaban luego en el suelo en posición
invertida para girar la piedra de asperón con el impulso de la
rueda, los traperos que pedían a gritos alpargates viejos y pieles
de conejo, los hajalateros cetrinos que parecían recién chamuscados
en un horno, en las calderas de Pedro Botero, los temibles carboneros
de cara negra y brillantes ojos de africanos, los manchegos con
blusas negras y romanas al hombro que llevaban quesos en sus blancos
sacos de lona, (…) los mendigos solitarios y huraños, los mendigos
rezadores, los matrimonios viejos de mendigos que hacían sonar una
escudilla de lata cantando al unísono las letanías de la Virgen del
Pilar (…), los ciegos que recitaban romances de milagros y crímenes
guiados por sus lazarillos, niños de cabeza pelada bajo la boina y
chaquetas de adulto con los bolsillos desfondados y un brazal de luto
en la manga, los vendedores de tiestos y cántaros con sus burros
enjaezados de amarillo y de rojo, los arrieros blasfemos, los gitanos
colchoneros y paragüeros, los que cambiaban garbanzos crudos por
garbanzos tostados, los cabreros y vaqueros que bajaban con sus
manadas al pilar de la muralla dejando a su paso un hedor de
estiércol y una polvorienta sequedad de barbecho, los campesinos tan
pobres que ni siquiera tenían una bestia y subían del campo
doblados bajo una carga de leña o un saco de aceituna rebuscada en
los olivares de otros, de hortaliza o de hierba".
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