miércoles, 29 de mayo de 2013

Figuras dun tempo sen data

Desposuídos pola historia, como tamén o foron da terra e dos froitos do seu traballo, moreas de desfarrapados agólpanse, invisíbeis, na parte posterior do escenario onde se desenvolven os grandes dramas históricos. Seres anónimos, como os construtores das murallas de Tebas do poema de Bertolt Brecht Preguntas dun obreiro que le. Alleos aos cambios que anuncia o progreso, semellan pertencer a un tempo de lento discurrir.

Algúns deles vémolos pulular polas páxinas da novela de Antonio Muñoz Molina El jinete polaco, retratados polos ollos dun neno nunha España que non nos queda moi lonxe no tempo. O protagonista lembra os oficios itinerantes, o tráfico diario dos campesiños, os vendedores ambulantes, figuras dun tempo que semella definitivamente perdido na España do século XXI:

"Cuando llegaba el buen tiempo, en las tardes de abril, cuando flotaba el polen en el aire dorado y quieto de la plaza y los hombres traían del campo ramas recién florecidas de olivos cuyos brotes amarillos, de un amarillo más intenso y limpio que el de los jaramagos, eran examinados como el primer augurio de la cosecha futura, mi bisabuelo Pedro se sentaba a tomar el sol en el escalón, con su perro echado entre las piernas, y los dos presenciaban en un silencio impasible los juegos de los niños y el paso de los hombres y los animales, el desfile diario de la gente nómada y desconocida que no pertenecía a nuestras calles ni tampoco a Mágina y declamaba sus pregones con acentos extraños, los afiladores que hacían sonar sus flautas mientras llevaban del manillar una bicicleta que plantaban luego en el suelo en posición invertida para girar la piedra de asperón con el impulso de la rueda, los traperos que pedían a gritos alpargates viejos y pieles de conejo, los hajalateros cetrinos que parecían recién chamuscados en un horno, en las calderas de Pedro Botero, los temibles carboneros de cara negra y brillantes ojos de africanos, los manchegos con blusas negras y romanas al hombro que llevaban quesos en sus blancos sacos de lona, (…) los mendigos solitarios y huraños, los mendigos rezadores, los matrimonios viejos de mendigos que hacían sonar una escudilla de lata cantando al unísono las letanías de la Virgen del Pilar (…), los ciegos que recitaban romances de milagros y crímenes guiados por sus lazarillos, niños de cabeza pelada bajo la boina y chaquetas de adulto con los bolsillos desfondados y un brazal de luto en la manga, los vendedores de tiestos y cántaros con sus burros enjaezados de amarillo y de rojo, los arrieros blasfemos, los gitanos colchoneros y paragüeros, los que cambiaban garbanzos crudos por garbanzos tostados, los cabreros y vaqueros que bajaban con sus manadas al pilar de la muralla dejando a su paso un hedor de estiércol y una polvorienta sequedad de barbecho, los campesinos tan pobres que ni siquiera tenían una bestia y subían del campo doblados bajo una carga de leña o un saco de aceituna rebuscada en los olivares de otros, de hortaliza o de hierba".

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